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Juanito El Divino - 20


Claro está, los más propensos a creer esas barbaridades — como no podía ser de otra manera — fueron los más tontorrones que, para estas cosas, abundan mucho más de lo que se cree. Lo cierto es que, en tan sólo unos días, ya se habían visto a tanto Juanito, y divino en tantísimos lugares distintos que, los más pánfilos del lugar comprendieron rápidamente que estaban asistiendo a una serie de sucesos totalmente excepcionales. Para la mayoría de la gente, todo lo que no se podía explicar de forma racional, entraba en el vasto campo de lo mágico, y si había que buscar justificaciones, no importaba que éstas fueran tan arbitrarias como estrafalarias. — ¡Veamos…!, — decía uno de los más atrevidos — nosotros sabemos perfectamente que Juanito, el hijo del que fuera el herrero del pueblo, a quien todos conocemos ya como el divino, es una sola persona ¿no? También sabemos que, lo que se considera como una persona normal no puede estar al mismo tiempo en dos sitios distintos y, aún menos, en todas partes, ¿me equivoco?... Por lo tanto — concluía ahora este improvisado listillo tratando de poner en sus palabras toda la agudeza de la que era capaz —, si a Juanito, o el divino, o como se le quiera llamar, se le ha visto en distintos lugares al mismo tiempo es porque no es normal. Tras esta especie de ecuación tan simplista, no se reflexionó más, para muchos todo cuadraba perfectamente, lo que supuso que, a partir de ese momento, el divino pasó a ser más divino que nunca y, como tal, se convirtió en el centro de todos los comentarios de aquella pueblerina sociedad que, como sucede en todas las sociedades, ya sean rústicas o sofisticadas, siempre hay gente dispuesta a creer cualquier cosa con tal de escapar a su propia realidad. — ¡Todo un pueblo no puede estar equivocado! — decían algunos exaltados que no se pierden la ocasión de cobrar protagonismo al calor de cualquiera de esos debates que, ni llevan, ni pueden llevar a ninguna parte.


juanito el divino

— Yo siempre he dicho que el divino era algo especial, aseguraba ya uno en plan individual esgrimiendo las mismas razones que solía emplear para justificar cualquiera de sus múltiples creencias en las que, en su ardor explicativo siempre solía mezclarlas con estrambóticas supersticiones. Sin embargo, los que, por su posición económica o política, solían ser más escuchados, tal vez por miedo a perder su autoridad al inclinarse por lo que ya decía el populacho, se mantenían circunspectos y alejados de los copiosos dimes y diretes que circulaban por el pueblo. Quedaba claro que no querían mostrar cuáles era sus pensamientos sobre el tema. El que más difícil lo tenía era Don Celestino ya que era consciente de que, según lo que dijera, se jugaba su credibilidad, tanto si se unía a la especie de beatificación de Juanito, como si se negaba reconocer los poderes que ya le otorgaba casi todo el pueblo, se refugiaba en responder sin decir nada. — Sabed que todo es posible…, los caminos del todopoderoso son impenetrables, solía repetir cuando se sentía acorralado por las preguntas que le hacían constantemente. Algo tenía que decir quien, a los ojos de todos, era el que más tenía que saber sobre estos temas, sobre todo, que, el alcalde y las llamadas fuerzas vivas del pueblo, mantenían un silencio total sobre todo esto. Un cómodo hermetismo que hacía que la gente se ratificara en sus creencias. “El que calla otorga”, se decían esos que suelen dar a los refranes la equivalencia de una carrera universitaria. De todas maneras, aquellos sermones tan repetitivos que solía hacer Don Celestino sobre las cosas incomprensibles para los pobres feligreses, se refirieran o no, a lo sucedido a Juanito, quienes le escuchaban no podían dejar de pensar en su, también, incomprensible desaparición. Esto hacía que, al mezclarse en sus cabezas algo tan sumamente concreto, con lo que pertenece al mundo de la imaginación, hiciera pensar que el pobre Don Celestino diera la impresión de no saber ni lo que decía. La verdad es que sólo repetía lo que tal vez aprendiera en el seminario muchísimos años atrás para conseguir, como insinuaban algunos, el título para ser el intérprete oficial de ese todopoderoso que él tantas veces mencionaba. De todas formas, aunque lo que decía el cura sobre lo sucedido a Juanito, parecía tener más peso que los que decían otros, en el ambiente que ya se había creado entre esa gente propensa a creerse cualquier cosa, se prefería creer en el rumor de que el divino pudiera tener poderes extraordinarios, que optar por dar crédito a algo más razonable.


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