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Juanito El Divino - 07


Sea tremendamente complejo, o simplemente, complicado de explicar, el caso es que, sobre el mundo, y la existencia en general, cada uno tiene sus propias ideas, y quien parecía tenerlas muy claras — no podía ser de otra manera, ya que era su profesión — era él, Don Celestino. Claro que, por muy inverosímil que pudiera parecerle a más de uno, también el huérfano — aquél que los más ignorantes no consideraban como una persona normal — aparentaba estar en posesión de esas verdades que todo el mundo busca y que, fuera de la fe, nadie puede estar seguro de encontrar. Aunque pudiera resultar sorprendente que alguien como Juanito pudiera ver lo que los demás no veían, lo cierto es que su rostro, desde la muerte de su madre, empezó a exhibir una expresión desconocida. Sin entrar en odiosas comparaciones — aunque en este caso sólo fueran intelectuales — parecía comprender el fondo de la existencia tan bien como pudiera comprenderlo Don Celestino, pero a través de otros canales. Al menos, esa era la impresión que daba con su sonrisa que oscilaba entre una infantil ingenuidad, y el inquietante sarcasmo del que, a pesar de poseer un rostro de cretino, se ríe de todo el mundo. En todo caso, fuera fingido, o no, ese aire de bobalicón, que a veces mostraba, no impedía que, el conjunto de su conducta no fuera el de alguien que conoce muy bien el mundo en el que le ha tocado vivir, un mundo que, dicho sea de paso, para él no parecía ser nada complejo, sino, tan simplón como aparentaba ser él mismo. De todas formas: ¿quién puede jactarse de comprender lo que se entiende por existencia? ¿Quién puede decir con certeza, que comprende el verdadero sentido de la vida?, eso suponiendo que la vida tenga algún sentido, que, sobre esto, tampoco se puede asegurar nada. Aparte de esos sabios “profesionales de la verdad” que tienen respuesta para todo gracias a su especial contacto directo con el prodigioso depósito de verdades absolutas, y esos otros pretendidos profetas que van gritando a los cuatro vientos: “es así, porque lo digo yo”, ¿quién pude atreverse a asegurar seriamente que conoce el por qué, o los infinitos “porqués”, de la existencia. “No son más que especulaciones… Somos tan necios y tan sumamente pretenciosos que, haciendo un solo manojo con tanta complejidad, ya creemos saberlo todo…, y si surge alguna interrogante imposible de encontrarle respuesta, la cubrimos de fantasía casi infantil con el fin de apaciguar nuestras inquietudes” — mascullaba sentado al sol en la plaza del pueblo, uno de esos viejos solitarios a los que nadie hace ningún caso. “Todo fantasías, que, a fuerza de repetirlas, creemos que es esa verdad tan buscada… ¡Como si sólo hubiese una!” — terminaba diciendo con voz apenas audible. Juanito, que, desde que había perdido a su madre no parecía albergar ninguna duda sobre nada, se le veía tan integrado al entorno en el que le había tocado vivir, como podía estarlo cualquier otro vecino, sólo que, su mundo, aparentemente mucho más elemental que el de los demás, le permitía vivir en los márgenes que él mismo parecía marcarse. Aunque no quedaba muy claro cuál era el límite de esos márgenes, ni tampoco si éstos los había establecido él conscientemente, sí resultaban muy distintos a los que encuadraban la vida de los demás. Todo el mundo, tenía la responsabilidad de asumir y tratar de cumplir, de la mejor manera posible, todas las reglas establecidas por y para la sociedad. Sin embargo, él, con su libertad — aunque en apariencia ésta fuera tan simple como él mismo aparentaba ser — le hacía vivir casi en un mundo paralelo. De todas maneras, no está al alcance de todo el mundo saber hacer uso de la libertad, ya que nadie sabe realmente en que consiste. En todo caso, la libertad que todo el mundo cree conocer y que, incluso parece anhelar, en el fondo está sometida a la esclavitud que supone intentar satisfacer los deseos. La verdad es que, no es fácil sentirse libre — ni por fuera, ni por dentro —, en una sociedad cuajada de espejismos y de falsos valores en donde la anhelada libertad, siempre es víctima de chapuceras interpretaciones. La libertad de Juanito no parecía ser de este mundo, desde luego, no era esa especie de rebeldía con la que acaban esclavizándose en su nombre los que se creen inteligentes. Él vivía a su manera, sin toxicidades de ningún tipo, incluidas las más dañinas, como pueden llegar a ser las espirituales. “Él solamente se ocupa de sus tonterías” —, se atrevían a decir de él aquéllos que, alardeando de ser normales, sin pararse a reflexionar le trataban como alguien inferior. Sin embargo, su conducta, aunque dentro de su particular universo, no sólo era totalmente congruente con su personalidad, sino que, mostraba un equilibro mental que, desde luego, no cuadraba con la condición de incapaz y disminuido que se le otorgaba por no comportarse exactamente como los demás.


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