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Juanito El Divino - 05


Como acaba sucediendo con todo en esta vida, lo bueno, lo malo, y lo que no es, ni lo uno ni lo otro, acaba mezclado en un solo recuerdo, y éste casi siempre es representado por una sola frase: el pasado. Y fue considerando que el pasado contiene páginas oscuras que no hay que tratar de aclarar, que concluyó la búsqueda del que concernía a un ser tan distinto a los demás. Pronto se dejó de hurgar — al menos oficialmente — en aquellos traumáticos sucesos por los que había atravesado aquel pueblo al final de la guerra tratando de encontrar el inicio de la vida de un ser que, a decir verdad, no parecía ser muy importante para nadie.


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No obstante, para esos que tratándose de temas históricos se niegan a pasar página, bien sea por honestidad — que también — o por tratar de adaptar el pasado a sus deseos — esa sed de venganza que hace que nunca se cierren las heridas —, siguieron valorando y analizando todo lo que se sabía sobre la época en la que, sin duda, había venido al mundo el personaje en cuestión. Según los rumores que siempre habían circulado sobre lo sucedido en aquellos últimos días de contienda — que ahora, al reavivarlos, parecían haber cobrado una sorprendente fuerza —, cuando ya se supo exactamente quiénes eran los vencedores, y quiénes los vencidos, el pueblo sufrió mucha más inestabilidad que la que había padecido durante la guerra. Sin embargo, pese a la desconfianza y el miedo que se había instalado, tuvo que dejarse de lado a cualquier aprensión ya que, lo que importaba en esos tiempos era la supervivencia. Más tarde, cuando ya hubo pasado ese tiempo tan sumamente frágil, en los pueblos pequeños daba la sensación de que todo el mundo padecía amnesia, o, si recordaba algo, era a través de esa memoria selectiva tan necesaria en ciertos momentos para salir de apuros y no entrar en nuevos conflictos. Era así que, enseguida, todo el pueblo parecía estar de acuerdo en celebrar homenajes a todos los que, de una manera u otra, habían participado en lo que ya se empezó a denominar “gloriosa cruzada”, como si en el pasado, algunas de esas cruzadas aludidas merecieran ese apelativo. —“Don Dámaso fue un gran hombre, íntegro y fiel servidor a la causa…, al glorioso alzamiento nacional” — decía con voz engolada el recientemente nombrado alcalde, refiriéndose al que fuera párroco del pueblo hasta su desaparición. Alzamiento nacional, o evidente rebelión militar, como pensaban íntimamente algunos de los que ahora se rompían las manos aplaudiendo al recordado y venerado “salva patrias” Don Dámaso, el caso es que ya todo se veía de un solo color. En poco tiempo la urgencia de atender a las necesidades de la vida hizo que la sensatez impusiera su ley y acabara poniendo a todo el mundo de acuerdo, al menos lo suficiente para que España se olvidase del pasado, elevando a la categoría de héroes todos los muertos y desaparecidos. Eso sí, algunos sirvieron de ejemplo para demostrar la grandeza del pueblo español, con lo cual, Don Dámaso pasó a ser para todos los creyentes — en aquellos tiempos, no había nadie que no lo fuera — poco menos que un enviado del cielo que había sabido consolar y ayudar espiritualmente a los que sufrían. Para muchos, él fue quien bautizó al divino, y, al parecer, no sólo le bautizó, sino que su intervención fue decisiva para darle el nombre del soldado que se prestó a sacarle de pila, eso sí, contando con el asentimiento de sus atemorizados supuestos padres, que para que no les hicieran preguntas embarazosas, se habían limitado a decir que sí a todo. — ¡Fue cuando por fin entraron los tan esperados “nacionales”! Fueron ellos los que, como se debe de hacer en estos casos, empezaron a bautizar a todo aquél que pareciera no haber sido salvado del pecado original...


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Todos esos pobrecitos niños que vivían en el más completo abandono espiritual…, ya que los archivos habían ardido y no se podía probar nada — había dicho siempre, un tanto teatralmente, el que decía ser el más viejo del pueblo. — Pero ¡qué dices!, si Juanito por aquel entonces ya hacía bastante tiempo que correteaba por las calles buscando dónde meterse. O sea, ¿quieres decir que tú estás al corriente de todo? —, le replicaban enseguida otros de edades parecidas, negando sus afirmaciones. — Nada, que, muy pronto nos vas a explicar también, como han venido diciendo siempre los “listillos” del lugar, que, el nombre del pueblo se debe a que, un despistado rey godo, al perderse por estos lugares, bajó de su caballo y dijo: “Grande es esta tierra”, dando lugar a que, desde entonces, este pueblo se le llame “Terragrande del Godo” —, se mofaban de aquel vejete que tanto presumía de estar al corriente de todo.


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