Menos mal que ese estúpido destino, entre todos estos sinsabores, ha tenido la ocurrencia de hacer que alguien me haya dado un bocadillo
y un vaso de agua, me dije con no poco sarcasmo recordando un momento tan placentero. La verdad es que he de reconocer que jamás he
comido un sándwich tan apetitoso en toda mi vida, acabó diciendo un poco chirigotero
Como un recuerdo placentero casi siempre trae consigo otros similares, sus pensamientos ahora se inclinaron por la parte menos dramática de todo lo que
le estaba sucediendo. Enseguida pensó en aquel policía del pelo blanco que, seguramente cansado de oír las estupideces que obtenía de aquella pareja de
drogatas que afirmaban ya cosas totalmente incoherentes, se había levantado de su asiento y, acercándose a donde estaba él, había dicho a los policías
que le custodiaban, que le ayudaran a recoger sus cosas del suelo, lo metieran en el caballete, y que se lo dejaran todo a su lado. De vuelta al interrogatorio,
que ya parecía languidecer por falta de coherencia en aquellos testigos tan pintorescos, este veterano policía empezó a comportarse conmigo de una manera mucho
más razonable. Eso, a pesar de lo que decía aquel otro que yo había llegado a estimar como una buena persona. ¡Aquél que yo había llegado a estimar como un amigo!
Ahora no paraba de culpabilizarme diciendo que yo sabía en donde se encontraba la droga, lo cual constituía una prueba irrefutable. Suerte que, cuando más
caldeado estaba el ambiente, los jóvenes testigos empezaron a vacilar en sus declaraciones. Poco a poco, quizá porque empezaron a ver más claro, o cualquiera
sabe por qué, el caso es que empezaron a mostrarse no muy seguros de que yo fuera su “camello”, una especie de título al que ellos se referían con toda naturalidad.
La presión que ejercía en ellos el veterano policía, a pesar de ese aire tranquilo y bonachón que se otorga al médico de pueblo, consiguió que se impusiera la razón.
Los testigos ya se retractaron de todo lo que habían dicho al principio, y el policía que había colaborado a mi detención empezó a reconocer que, mirándolo todo
bajo otra perspectiva, lo ocurrido podía ser fruto de una serie de casualidades.