Los saltitos de una mosca alrededor del charquito que se había formado alrededor del ahora vacío vaso de agua, me llamó la atención.
Cómo se frotaba las manos la condenada al tropezarse con la cucharilla todavía pringosa de los residuos del azucarado café.
¡A saber los planes que estaría haciendo sobre tan dulzón hallazgo!
— ¿Serán capaces las moscas de fabricarse ilusiones como hacemos los seres humanos, o sólo nosotros podemos gozar de
tal privilegio?, me pregunté sin pensar que, muchas veces, lo que parece un privilegio no lo es tanto, pues en muchas
ocasiones la imaginación, ignorando la razón, inicia proyectos que luego, no sólo resultan absurdos, sino totalmente contradictorios a nuestros intereses.
Desde luego, las moscas lo tienen más fácil ya que no son responsables de nada. Se limitan a ser sólo moscas comportándose como tales. Es decir, aparte de volar
(las que vuelan), reproducirse sin saber por qué y para qué, y servir de alimento a otros insectos, no parece que tengan una misión muy importante,
a no ser que estén ahí para evitar que la gente duerma la siesta en paz, pensé divertido. Visto así, cabe pensar que el único animal que, además de
ser como los demás en todos los sentidos, tiene una misión extraordinaria pero que nadie sabe cuál es, somos los bípedos. En todo caso, es con esa
idea que agotamos nuestro tiempo y energía en demostrarnos a nosotros mismos que ese esfuerzo sirve para cumplir con una misión trascendental.
— ¿Estará entre esas extraordinarias misiones que nos auto adjudicamos, la de exterminar, de cualquier manera, a todo bicho viviente,
incluidos nosotros mismos?